sábado, 15 de marzo de 2008

QUE DICHA TAN GRANDE

¡ QUE DICHA TAN GRANDE !

POR RIGOBERTO PAREDES


Tengo cincuenta y tantos años de edad y recién acabo de enterarme de que no existo. Nací en el Municipio de Trinidad, Departamento de Santa Bárbara, donde también nacieron mis padres y donde hace exactamente doscientos seis años los progenitores de mis abuelos contribuyeron a poner las primeras piedras de aquel pueblo natal. Pero yo no existo y lo que es más grave aún he estado a punto de no hallar manera de dar fe de dónde vengo.
Hace unos días acudí al Registro Nacional de las Personas con el cándido propósito de solicitar una certificación del Acta de mi Nacimiento, puesto allí del primer piso me mandaron al sexto, del sexto a otro local, allá por el barrio Morazán. Allí tras una espera infinita la muchacha que atiende me dijo que no.
¿y porque no ? “ Porque no ” entonces me mandaron hablar con el jefe de allí, quién después de hablar por teléfono con el jefe de allá, me dijo también que no ¿ y por que no ? “ Porque no ”.

Resulta que un mentado “ copiador ” que transcribió del libro original mi acta de nacimiento se pasó por alto unas cuantas líneas, justamente en las que se hacía constar que el “ Compareciente ” ( Don Pepe, sin duda ) daba cuenta de mi llegada a este mundo y de que él ni mas ni menos que el padre de la aquella criatura. Así las cosas, era comprensible que esta gente no pudiera extenderme ninguna certificación y para colmo también parecía absurdamente claro que yo no existía, por la forma como me miraban la muchacha y su jefe, yo debía tener para ellos el aspecto de una anima penante o de un desdichado espantajo que había llegado allí a amargarles su existencia.

Yo mismo, al enterarme de mi virtual inexistencia comencé a mirarme con cierto recelo hamletiano, a pellizcarme disimuladamente a sentirme lastima. Allí estaba yo, en cuerpo y alma pero nada ni nadie podría probar cómo y a cuenta de que había llegado a este mundo, para aquellos compatriotas yo no existía, nunca había nacido y por lo tanto no podían extenderme una certificación del Acta de mi improbable e incomprobable Nacimiento en el Municipio de Trinidad, Departamento de Santa Bárbara, República de Honduras así de sencillo.
En vista de que tal circunstancia ponía en precario mis aspiraciones presidenciales ( jo, jo, jo), regrese a aquel primer piso del Registro Nacional de las Personas, de allí me mandaron al cuarto piso, del cuarto al sexto y allí por fin me atendió el jefe de todos los jefecitos. Le conté mi ingrata historia mientras lo miraba fijamente a sus ojos, por si acaso sorprendía en él algún atisbo de duda, de asombro o de temor. Bueno de saber que cosas se cruzaron por la mente de este cristiano pero lo cierto es que rápidamente encontró la forma de remediar aquel dislate: ¡ había que buscar en el libro original !
Yo volví a nacer cuando ese día me extendieron la bendita Certificación, no era para menos ya de por sí uno vive aquí en una especie de limbo, con la vida en un hilo entre dudando y creyendo que es una dicha muy grande haber nacido en Honduras y encima de primas a primeras, alguien pretende poner entre dicho nuestra existencia, nuestro lugar y fecha de nacimiento. Abrasé visto por eso, pienso yo tiene sobrada razón nuestros aspirantes presidenciales al incomodarse cuando alguien pone el tela de duda su nacionalidad.

Pobrecitos yo les aconsejaría que de una vez por todas, fuesen a buscarse en los libros originales, si nacieron en algún Municipio o Caserío en alguna Ciudad o Aldea de aquí, allí ha de constar en actas. Yo se los aseguro por mi propia experiencia, yo que también he tenido la dicha de haber nacido en Honduras.












RECOPILADO POR LA UNIDAD DE CAPACITACIÓN DEL R.N.P.

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